BLANCOS CON CRIANZA, OTRA FORMA DE BEBER VINOS BLANCOS
Existe un mito en el mundo del vino que afirma que los vinos blancos deben consumirse a lo largo de su primer año o año y medio de vida. Puede que esta afirmación valga para algunos vinos, pero hay muchos otros vinos blancos (cada vez más) que, por su forma de estar elaborados, aguantan mucho más tiempo en la botella sin perder ninguna virtud. Es más, muchos de ellos necesitan tiempo, años, para poder mostrarse en toda su plenitud. Lo que está claro es que existen diversos tipos de vinos blancos y no podemos generalizar.
Pero, ¿cómo saber qué vinos son los que pueden aguantar más? ¿cuándo saber si, cuando me ofrecen un vino, está pasado o en su momento perfecto para disfrutarlo? No existe una regla numérica para responder esta cuestión ya que el vino es un ser vivo en constante evolución, pero sí existen ciertas pistas que pueden ayudarnos a crearnos una idea. Por ejemplo, la crianza sobre sus lías otorga a los vinos blancos más longevidad y la crianza en barricas hace que por lo general aguanten una media de 3 a 5 años en botella (aunque en algunos casos pueda superar los 10 años). Pero lo dicho, cada vino es un mundo y cada enólogo elabora sus vinos buscando características diferentes, intentando conseguir una singularidad siempre, y la excelencia en la mayoría de los casos.
Para facilitar un poco todo este concepto de vinos blancos con o sin crianza, resumimos las principales diferencias que podemos encontrar en los vinos con algún tipo de crianza y así saber cómo sacarle el mayor provecho:
- Temperatura de consumo. Los blancos con crianza se recomienda tomarlos un par de grados por encima de lo habitual, sobre los 8-12°C, para así dejar que aparezcan todos los matices que la crianza aporta a los vinos, tanto en aromas como en boca.
- La crianza hace que los vinos blancos tiendan hacia un amarillo más dorado en vez de verdoso, aunque en diversa medida en función del tipo de crianza y de los años de vida que tenga el vino. Esto nos debe enseñar a que un vino dorado no tiene por qué estar defectuoso. Así mismo, en nariz tenderemos hacia aromas menos frescos y más maduros, con notas propias del tipo de crianza que tiene el vino (panadería, vainilla, especias, miel, frutos secos), y en boca ganarán volumen, untuosidad, complejidad…
- Al tratarse de vinos más complejos, con más cuerpo, serán más versátiles a la hora de combinarlos con comida, defendiéndose muy bien frente a platos más potentes, como pastas y arroces, pescados (atún a la plancha o en tataki, incluso con salmón) y carnes (carpacho, aves), pero también casarán a la perfección con la cocina asiática. Todo es animarse e ir probando.
- Los vinos con algún tipo de crianza poseen unas propiedades fisicoquímicas que los hacen más longevos. El tiempo de consumo óptimo variará en función de las variedades de uva empleadas (no todas son aptas para la crianza de vinos), del tipo de elaboración que ha tenido, de la forma en que se conserva el vino una vez sale de bodega… Déjate asesorar por el sumiller o por tu vendedor, y con la práctica todo se aprende.
Por poner ejemplos, entre los vinos con crianza sobre lías que podemos encontrar, están el mallorquín Supernova Moll 2019, un vino que proviene de unas pocas “quarteradas” (nombre empleado en Mallorca para las fincas, de unos 7100 m², en las que aplican una viticultura de mínima intervención) y que está elaborado a partir de la variedad de uva Moll (conocida también como Prensal Blanca) con una crianza de 5 meses sobre sus lías finas. O Yenda Spicata 2018, que está elaborado con un gran godello acompañado de otras variedades, aquí en Cantabria. Aunque el claro ejemplo de una buena crianza sobre lías sería Zarate Tras Da Viña 2018, un impresionante albariño de Rías Baixas que ha pasado 24 meses de crianza sobre sus lías finas, sin realizar ningún tipo de removido en ese tiempo, y que ha llevado a cabo parcialmente la fermentación maloláctica. Un vinazo que no muestra todo su poderío hasta haber pasado cinco años desde su vendimia.
Pero si hablamos de vinos fermentados o criados en barrica, debemos hablar de Valenciso Blanco 2019, un riojano a base de viura y garnacha blanca que posee una cremosidad y complejidad asombrosas, debidas a la fermentación y posterior crianza durante 9 meses en barricas de roble de origen caucásico. O de la gran personalidad que desarrolla la verdejo en un vino como es Barco de Corneta 2017, que tras fermentar en barricas de 300 litros y pasar 8 meses sobre sus lías, es un claro ejemplo de que la verdejo, trabajada en campo y bodega con mucho mimo, puede sorprender y mucho.
Estos son solo algunos ejemplos de las maravillas que pueden hacerse cuando se “juega” un poco en las elaboraciones de los vinos blancos. Joyas líquidas que nos hacen disfrutar ahora, y que lo seguirán haciendo en los años venideros, ya que como dijo hace tiempo el gran elaborador de vinos blancos Denis Dubourdieu (Château d’Yquem, Cheval Blanc, Chivite), “envejecer no es simplemente resistir al tiempo, sino adquirir misterio, carisma y capacidad de detenerlo todo”.